Domingo XXXI del Tiempo Ordinario
Conmemoración de todos los Fieles Difuntos
2 de noviembre de 2008
Al final de esta página de moniciones para la misa, aparece el formulario completo de una oración liturgica para este día de los Difuntos a celebrar especialmente en el cementerio. MONICIÓN DE ENTRADA Ayer, sábado, celebrábamos el día de Todos los Santos. Y hoy nos disponemos a iniciar la Eucaristía del domingo dedicada a todos los Fieles Difuntos. Y antes de nada recibir nuestra más cordial bienvenida. Hay que decir –aquí y ahora—que en ocasiones resulta difícil, hacer de la Eucaristía una celebración festiva y el día de difuntos, es una de ellas. Empezaremos cantando, aunque con un nudo en la garganta, porque personas muy queridas y cercanas, estarán celebrando esta Eucaristía desde el Cielo. Pero, desde allí nos animan y nos dicen: ¡Poned vuestro sufrimiento en las manos del Padre! No os dé miedo; aunque os parezca incomprensible, ¡hacedlo así! El dolor, en las manos del Padre, se convierte en redención. ¡No estéis tristes! ¡No se turbe vuestro corazón! En la vida, junto a Dios, se comprueba la realidad de las palabras de San Pablo: “Cuando se muere con Cristo, se vive con Él” |
MONICIÓN SOBRE LAS LECTURAS Nota sobre las lecturas elegidas La conmemoración litúrgica de hoy se construye a partir de los varios textos de la Misa de Exequias. Nosotros hemos elegido los que se muestran en el Calendario Litúrgico Pastoral de la Conferencia Episcopal Española y que son las siguientes: Lam 3,17-26. Es bueno esperar en silencio la salvación del Señor. Sal 129. Desde lo hondo a ti grito, Señor. Rm 6,3-9. Andemos en una vida nueva. Jn 14,1-6. En la casa de mi Padre hay muchas estancias. Por otro lado, Betania ofrece completo en el apartado “Formularios”, menú azul de la izquierda. Ahí pueden consultarse otras opciones. 1.- La primera lectura es del Libro de las Lamentaciones y nos presenta, precisamente, el lamento de quien espera ya, en silencio la salvación del Señor, aunque no hurta explicar su desánimo. Es un texto duro, sin duda. S.- El Salmo 129 es el conocidísimo “De Profundis” muy usado en exequias. Su primer verso es impresionante: “Desde lo más profundo clamo a ti Señor”. También es uno de los salmos penitenciales que se usan en nuestra liturgia. El salmista, en aquella época, hacía referencia a los males de toda la nación judía, no de sólo una persona, que espera el perdón del Dios misericordioso. 2.- La segunda lectura pertenece al capítulo sexto de la Carta del Apóstol San Pablo a los Romanos. Y ahí hemos podido escuchar unas palabras impresionantes que, desde luego, definen perfectamente la celebración de hoy: “Por tanto, si hemos muerto con Cristo, creemos que también viviremos con él, pues sabemos que Cristo, una vez resucitado de entre los muertos, ya no muere más; la muerte ya no tiene dominio sobre él.” 3.- En el evangelio de San Juan, en su capítulo 14, Jesús nos ha ofrecido la razón de su marcha: va a prepararnos la vida futura. Dice: “En la casa de mi Padre hay muchas estancias, y me voy a prepararos sitio”. La vida futura, la vida tras la muerte es ir a la Casa del Padre a vivir con Jesús para siempre. Y eso es lo que con enorme alegría debemos celebrar hoy. |
Lectura de Postcomunión MONICIÓN Este bello poema que utilizamos como acción de gracia para estos momentos de paz tiene como autora a Julia Merodio, escritora española de temas espirituales que tiene editados más media docena de libros. Creemos que es muy adecuado para nuestra reflexión tras la eucaristía ACCIÓN DE GRACIAS. Cuando llegue, Señor, a la otra orilla y descubra que me estabas esperando.
Cuando la fatiga al fin, desaparezca y la paz, llegue rauda a mi descanso; veré aquello, que era lo importante y todo, lo que necia, hacía en vano.
Veré, la recompensa de la entrega y la dicha, de aquello que he donado. Veré las flores, el fruto, la cosecha… de todo lo que, en vida, fui sembrando; y, veré lo que sigue siendo infértil, por aquellos momentos que no he dado.
No sé qué sentiré en aquel instante al verte: tan radiante, tan cercano; quizá no sepa que hacer, sólo mirarte y decirte, muy bajito, que te amo. Exhortación de despedida Hemos aprendido que la muerte es un paso para la Vida, para la Vida Eterna que nunca se agota. Y por ello hemos de estar seguro que nuestros seres queridos, allá, ante le visión del rostro de Dios, tienen que ser felices. Eso es lo que importa. Oración en el cementerio para el día de Todos los Difuntos Por Javier Leoz Párroco de San Juan Evangelista Peralta (Navarra, España) 1. INTRODUCCIÓN Bienvenidos, hermanos y amigos todos, a este lugar en el que –el camposanto- nos recuerda la fugacidad de tantas cosas y de la misma vida. Bienvenidos, hermanos y amigos todos, a esta tierra que acoge y guarda, a la espera de la resurrección final, tantos abuelos, padres, hijos o hermanos que marcharon al encuentro del Padre antes que nosotros. Bienvenidos, hermanos y amigos todos, a esta celebración en la que, la esperanza en Dios, llena todos los rincones de nuestras almas y, ¡cómo no! en la que, Jesús, una vez más nos repite: “YO SOY LA RESURRECCION YLA VIDA QUIEN CREE EN MI AUNQUE HAYA MUERTO NO MORIRA” Ayer festejábamos a Todos los Santos, hoy al calor de los nuestros, recordamos también a todos los que marcharon de este mundo con la firme convicción de volvernos a ver. Iniciamos esta celebración con el canto: (Resucitó/A Ti levanto mis ojos/Yo le resucitaré/Acuérdate de Jesucristo/ Tú nos dijiste que la muerte) 2. ORACION DEL SACERDOTE Dios Padre; Nuestra fe confiesa, bien Tú lo sabes, que tu Hijo, Jesucristo, murió y resucitó por y para nuestra Salvación.. Te pedimos que, acojas la humilde oración de todos los presentes, para que pongas delante de nosotros, en el camino de nuestra existencia, el soplo de la esperanza y el auxilio de tu mano. Concede, Señor, el descanso eterno a nuestros difuntos; perdona las faltas que en vida pudieron cometer considera la fe que, mientras vivieron, te tributaron, no olvides las buenas obras que, de palabra y con su testimonio, realizaron por aquellos que más lo necesitaban. Y, cuando llegue también el momento de nuestra partida, acógenos junto con ellos para prepararnos con gozo santo a la Resurrección que Cristo nos prometió. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén 3. Al llegar el mediodía, toda la región quedó en tinieblas hasta la media tarde. Y, a la media tarde, Jesús clamó con voz potente: “Eloí, Eloí, lamá sabaktaní” (Que significa: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?”) Algunos de los presentes, al oírlo decían: “Mira, está llamado a Elías”. Y uno echó a correr y, empapando una esponja en vinagre, la sujetó a una caña, y le daba de beber, diciendo:“Dejad, a ver si viene Elías a bajarlo”. Y Jesús, dando un fuerte grito, expiró. El velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo. El centurión, que estaba enfrente, al ver cómo había expirado, dijo: “Realmente este hombre era Hijo de Dios”. Pasado el sábado, María Magdalena, María la de Santiago, y Salomé compraron aromas para ir a embalsamar a Jesús. Y muy temprano, el primer día de la semana, al salir el sol, fueron al sepulcro. Y se decían unas a otras: “¿Quién nos correrá la piedra de la entrada del sepulcro?”. Al mirar, vieron que la piedra estaba corrida, y eso que era muy grande. Entraron en el sepulcro y vieron a un joven sentado a la derecha, vestido de blanco. Y se asustaron. Él les dijo: “No os asustéis. ¿Buscáis a Jesús el Nazareno, el crucificado? No está aquí. Ha resucitado. Mirad el sitio donde lo pusieron”. 3-A.- BREVE REFLEXIÓN -También en nuestra vida hay un momento de tinieblas. ¿Quién de los que estamos aquí no hemos exclamado en algún instante “Dios mío, Dios mío por qué me has abandonado”? -Qué importante es, en este día, escuchar el silencio del camposanto; contemplar la tierra o el mármol que guardan a los nuestros y decir: “Estos también eran hijos de Dios”. Y, por lo tanto, no se perderán: ¡resucitarán! - Venimos, en medio de un mundo que esconde y huye de la muerte, para recordar a nuestros difuntos. Como aquellas mujeres, temprano por la tarde, venimos con el aroma de las flores, con las lágrimas en nuestros ojos para aromatizar y embalsamar el recuerdo vivo de los que se marcharon. -Como creyentes no nos podemos quedar en el dintel de la muerte. Hoy, un ángel, de nuevo nos dice: los que pusisteis aquí, no están aquí, esperan la resurrección del último día. -Demos gracias a Dios porque, frente a una sociedad que exalta y levanta monumentos a las mascotas e incinera a los difuntos, nosotros seguimos con esta práctica cristiana: enterrar dignamente y guardar apasionadamente y con devoción la memoria de nuestros difuntos. -Oremos unos instantes…. 4. ORACIÓN DE LOS FIELES 4.1. Para que Dios conceda el descanso eterno a los que creyeron en El y esperaron en sus promesas. Roguemos al Señor Respuesta: Dales, Señor, el descanso eterno 4.2. Por los cristianos. Para que sepamos descubrir que, detrás de la muerte, se esconde la firme esperanza que Cristo nos dejó: ¡resucitaremos! Roguemos al Señor. Dales, Señor, el descanso eterno 4.3. Por los que fueron padres y educaron en cristiano; por los que siendo jóvenes no alcanzaron la madurez; por los que, como ángeles, cerraron los ojos siendo niños; por los que, con arrugas en su rostro, marcharon de este mundo, decepcionados o abandonados por sus seres queridos. Para que Dios les dé el premio merecido. Roguemos al Señor. Dales, Señor, el descanso eterno 4.4. Por los que viven sin fe. Por los que ante la dura realidad de la muerte no encuentran respuestas. Para que Dios mueva sus corazones y les llene de su Gracia. Roguemos al Señor. Dales, Señor, el descanso eterno 4.5. Por todos los queen la larga historia del cristianismo han muerto con la firme esperanza de la Resurrección. Para que un día Dios les haga contemplar, junto a nosotros, la claridad y la hermosura de su rostro. Roguemos al Señor. Dales, Señor, el descanso eterno 4.6. Por todos los que están enterrados en este cementerio (silencio). Para que Dios, por nuestro recuerdo, oración y su gran misericordia les levante un día de aquella muerte que ahora les humilla. Roguemos al Señor. Dales, Señor, el descanso eterno 5. NO, NO OS HEMOS OLVIDADO Pasarán los días, pero vuestro amor y vuestros gestos hacen que se mantengan vivos nuestros recuerdos Se sucederán los años, más delante de nuestros ojos siempre arderá la luz de vuestros sabios consejos el silencio prudente en vuestras respuestas las huellas que, en paso firme y sereno, dejasteis en nuestros caminos. NO, NO OS HEMOS OLVIDADO Abandonaremos también nosotros este mundo y, aunque parezca mentira, tampoco os olvidaremos Un Padre, con casa eterna y cimientos celestiales, nos hará de nuevo juntarnos en una misma familia en torno a una gran mesa. Un Padre que, lejos de pensar como el mundo piensa, de olvidar, como el mundo olvida, no olvidará ni vuestros nombres ni los nuestros vuestra historia de amor ni la nuestra. Un Padre que, con brazos de misericordia, va acogiendo y recogiendo uno por uno a tantos hijos cansados de la vida pero esperando en la salud que existe en el cielo. NO, NO OS HEMOS OLVIDADO Descansad de vuestras tribulaciones y pleitos Aligerad las cargas que soportasteis en vuestros hombros Dejad, en este duro suelo, aquello que os separaba de la felicidad de los justos NO, NO OS HEMOS OLVIDADO Como José de Arimatea, lo hizo con Cristo, os cogemos, una y otra vez, del madero de la cruz para dejaros con fe, devoción y agradecimiento en este lugar que espera, y así nosotros lo creemos, el tercer día de la Pascua definitiva. NO, NO OS HEMOS OLVIDADO Amén. 6. PADRENUESTRO (Convendría en este momento aspergear con el agua bendita. Y, si se cree oportuno, invitar a los fieles acercarse hasta el hisopo para que, con las manos abiertas, recibir agua bendita con la que, luego, rociar la sepultura de sus seres queridos. Un gesto que invita a recordar que, por el Bautismo, fuimos hechos hijos de Dios y, Dios, nos resucitará) 7. ORACION FINAL Tú, Señor, te hiciste carne de nuestra carne en el seno virginal de María. Tú, Señor, compartiste los gozos y las alegrías los éxitos y los fracasos de todos los hombres. Tú, Señor, subiste a la cruz para que comprendiésemos el valor supremo de tu amor. Tú, Señor, cerraste los ojos en la cruz para que, el hombre, no los cerrase definitivamente después de su muerte. Tú, Señor, al tercer día, resucitaste y, desde entonces, el hombre está llamado a la felicidad y no a la muerte. Acoge la oración que te presentamos por todos nuestros difuntos. Como al buen ladrón, dales un lugar en tu paraíso Como a Lázaro, devuélveles un día la vida Como a los que esperaban en Ti, no les dejes de lado en el último día. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.
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