Solemnidad de la Anunciación del Señor
25 de marzo de 2006
PRIMERA LECTURA LECTURA DEL LIBRO DE ISAÍAS 7, 10-14; 8, 10 En aquel tiempo, el Señor habló a Acaz: —Pide una señal al Señor, tu Dios: en el hondo del abismo o en lo alto del cielo. Respondió Acaz: —No la pido, no quiero tentar al Señor. Entonces dijo Dios: —Escucha casa de David: ¿No os basta cansar a los hombres, que cansáis incluso a mi Dios? Pues el Señor, por su cuenta, os dará una señal: Mirad: la virgen está encinta y da a luz un hijo, y le pondrá por nombre Emmanuel, que significa “Dios con nosotros”. Palabra de Dios |
SALMO RESPONSORIAL SALMO 39 R.- AQUÍ ESTOY, SEÑOR, PARA HACER TU VOLUNTAD.
Tú no quieres sacrificios ni ofrendas, y, en cambio, me abriste el oído; no pides sacrifico expiatorio, entonces, yo digo: “Aquí estoy”. R.-
“Como está escrito en mi libro, para hacer tu voluntad”. Dios mío, lo quiero, y llevo tu ley en las entrañas. R.-
He proclamado tu salvación, ante la gran asamblea; no he cerrado los labios: Señor, tú lo sabes. R.-
No me he guardado en el pecho tu defensa, he contado con tu fidelidad y tu salvación, no he negado tu misericordia y tu lealtad ante la gran asamblea. R.- |
SEGUNDA LECTURA LECTURA DE LA CARTA A LOS HEBREOS 10, 4-10 Hermanos: Es imposible que la sangre de los toros y de los machos cabríos quite los pecados. Por eso, cuando Cristo entró en el mundo dijo: —Tú no quieres sacrificios ni ofrendas, pero me has preparado un cuerpo; no aceptas holocaustos ni víctimas expiatorias. Entonces yo dije lo que está escrito en el libro: “Aquí estoy, oh Dios, para hacer tu voluntad”. Primero dice: —No quieres ni aceptas sacrificios ni ofrendas, holocaustos ni víctimas expiatorias. Después añade: —Aquí estoy yo para hacer tu voluntad. Niega lo primero, para afirmar lo segundo. Y conforme a esa voluntad todos quedamos santificados por la oblación del cuerpo de Jesucristo, hecha una vez para siempre. Palabra de Dios |
ACLAMACIÓN Jn 1, 14ab La Palabra se hizo carne y acampó entre nosotros, y hemos contemplado su gloria. |
EVANGELIO A los seis meses el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la estirpe de David; la virgen se llamaba María. El ángel, entrando en su presencia, dijo: —Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo. Ella se turbó ante estas palabras y se preguntó qué saludo era aquel. El ángel le dijo: —No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios. Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Será grande, se llamará Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David, su Padre, reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin. Y María dijo al ángel: — ¿Cómo será eso, pues no conozco a varón? El ángel le contestó: —El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el Santo que va a nacer se llamará Hijo de Dios. Ahí tienes a tu pariente Isabel, que, a pesar de su vejez, ha concebido un hijo, y ya está de seis meses la que llamaban estéril, porque para Dios nada hay imposible. María Contestó: —Aquí está la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra. Y la dejó el ángel. Palabra del Señor |